La Tierra podría tener un planeta gemelo

La estadística ya nos decía que la Tierra debía de tener alguna hermana gemela en el Universo. Con una cifra estimada de 300.000 trillones de estrellas en el cielo, el número de planetas similares al nuestro debe ser enorme. Pero, en nuestra pequeñez, la NASA acaba de confirmar la existencia de uno de los primeros que podría (en ciencia los condicionales son obligados) ser habitable. Aún no saben si es rocoso, predominantemente líquido o gaseoso. Tampoco hay pruebas de que contenga agua. Sin embargo, Kepler-22b, como rutinariamente lo han llamado en la NASA, cumple con buena parte de las condiciones que, aquí en la Tierra, dieron lugar a la vida.

Kepler-22b está a 600 años luz de nosotros. El telescopio espacial Kepler, lanzado al espacio en marzo 2009 con la misión de detectar planetas, ha capturado su paso orbitando alrededor de una estrella del mismo tipo que el Sol. En realidad, lo que ha anunciado ahora la NASA es la constatación por tercera vez de su tránsito ante los fotosensores del telescopio. Sólo con esta confirmación y la corroboración de otros telescopios basados en tierra se podría dar por demostrado que Kepler-22b es un planeta y no otro fenómeno. Según la NASA, este nuevo planeta orbita en lo que los científicos denominan zona habitable:  la región alrededor de una estrella en la que un planeta similar a la Tierra en tamaño, composición y atmósfera puede mantener agua líquida en su superficie.

Son muchos condicionantes. Además, del nuevo planeta se sabe su masa, su tamaño (con un radio 2,4 veces el de la Tierra) y su posición pero nada de su composición real. No hay manera de saber si realmente tiene agua y, aún menos si se han desarrollado formas de vida. Sin embargo, para el miembro de la misión Kepler de la Nasa, Douglas Hudgins, ”este es un importante hito en el camino para encontrar un gemelo de la Tierra”.

Pero lo verdaderamente apasionante de este camino es como se está haciendo. El telescopio Kepler, que orbita alrededor del Sol para evitar su interferencia en sus observaciones, tiene su ojo puesto en una pequeña parte del Universo, en concreto en las constelaciones Cygnus y Lyra. En número de estrellas, eso quiere decir que observa apenas unas 150.000. Más impresionante aún es que registra las pequeñas variaciones del brillo de cada una de ellas cada media hora. Una variación podría indicar que un planeta está pasando por delante de su estrella (lo que llaman tránsito) provocando esa reducción del brillo. Si el fenómeno se repite de forma periódica y con las mismas caracerísticas, se puede afirmar que estamos ante un planeta.

En el caso del Kepler-22b, este tarda 290 días en completar su órbita. La misión de la NASA tuvo la suerte de detectarlo por primera vez sólo tres días después de que el telescopio entrara en funcionamiento. La tecnología fotorreceptora del Kepler es tan avanzada que, gracias a levísimas variaciones de la luz (la sombra que genera la Tierra sobre el Sol, por ejemplo, es de 84 partes por millón) se puede calcular el tamaño de la órbita del planeta partiendo del tiempo que tarda en completar una vuelta y de la masa de su estrella. También se puede averiguar el tamaño del planeta, según la reducción de brillo que provoca y el tamaño de la estrella. Además, tomando de base la temperatura de su sol y la amplitud de su órbita, se calcula la temperatura del planeta. Kepler-22b cumple así todos los requisitos para disfrutar de temperaturas tan moderadas como para permitir unas condiciones de vida similares a las de la Tierra.

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