40 AÑOS DE IMPUNIDAD Y 70 DE OLVIDO

Aqui os dejo un fragmento que nada tiene que ver con los dominios pero si con la historia de mi pueblo lo he encontrado en un blog y cuenta un poco la historia de como varios vecinos del pueblo fueron asesinados durante la guerra.

Los asesinatos de Elciego, la historia increiblemente cruel del portugués Claudino Rego Pereiras en la montañas alavesa, y en general, todo lo relacionado con los años posteriores al alzamiento donde todavía se siguió persiguiendo a los vencidos. También sería digna de una entrada aparte la historia de los alaveses asesinados en otras provincias como los cenetistas Tomás Mardones Llorente, Jorge de Vicuña, Ángel Santamaria, Ricardo López de Lacalle García y Nicomedes Luna. Una entrada en la que habría que hacer un apartado a los asesinados en el aciago penal del Fuerte de San Cristobal de Pamplona en los que se mataron a cientos. El apartado estaría relacionado con la fuda de 797 presos del 22 de Mayo de 1938, de la cual sólo 3 consiguieron cruzar la frontera. El resto fue masacrado en los montes, entre ellos los alaveses Emilio Ibisate, Joaquin Arroyabe, Segundo Hernández, Alejandro Mardones Llorente y Máximo Sainz, todos de la CNT. En ese mismo penal murieron como consecuencia de las condiciones infrahumanas Rafael Viyuela, Mateo Atxa y Lucas Mezkorta.

Ahora bien, dentro de la locura homicida del momento también hay que destacar la actitud de algunos particulares que, arriesgando su propia vida, se opusieron a los desmanes de los suyos. Me refiero a gente como el alcalde de San Román en la Llanada Orienta, Lucas García de Albeniz, carlista que se negó a molestar a sus vecinos de izquierdo y sobre todo a entregarlos a la partida de requetés que pasó por el pueblo a buscarlos para llevárselos hasta el famoso alcantilado de Urbasa donde despeñaron a cientos de personas de la Sakana. Asímismo, el alcalde de Berantevilla, Esteban Sáenz de Ugarte, también se opuso a las órdenes de los suyos para eliminar a varios destacados republicanos del pueblo, declaró que en su juridisción no se mataba a nadie, y así fue.

Por desgracia, frente a estas manifestaciones de humanidad por encima de las ideologías, también hay que subrayar el ansía homicida de algunos personajes con alma de carniceros, me refiero al monstruo llamado Bruno Ruíz de Apodaca, cabecilla de la más activa de las partidas que iban por los pueblos a la caza de republicanos.
Esta alimaña se jactaba de haber matado él solo a 108 personas o en compañía del guarda vitoriano Anuncibay, entre ellos todos los del puerto de Azazeta y el mismo Isaac Puente. Del pujo asesino del tal Bruno Ruiz de Apodaca da cuenta lo sucedido en Elciego, adonde acudió con su partida de requetés y falangistas el 29 de agosto del 36 para llevarse de sus casas a 7 vecinos. Torturó a cuatro barbaramente en un paraje próximo denominado La Paloma, entre Elciego y Navaridas. Una vez arrojados a una cuneta llevaron al resto hasta Salinillas de Buradon donde los asesinaron; uno de ellos Daniel Palacios, fue alcanzado cuando intentaba huir cruzando el Ebro.
Por si fuera poco, el tal Ruiz de Apodaca regresó siete semanas después al pueblo para llevarse hasta el terreno conocido como La Pilastra, en Zambrana, a los paisanos del Elciego Guillermo Bauza, Fidel y Adrían Uribe, Pablo Cañas, Germán Cornes y Miguel Sáez, a los que asesinó allí mismo. Lo más horrible de este caso es que las víctimas habían sido detenidas tras ser convocadas en el ayuntamiento con motivo de la vendimia. Una vez allí se encontraron que el tal Ruiz de Apodaca y sus secuaces los aguardaban en el vestíbulo, acompañados de un clérigo. A medida que entraban las víctimas eran maniatadas y conducidas a un local para subirlos más tarde a una furgoneta en dirección a Zambrana. Uno de los vecinos de Elciego, Pedro Osés, consiguió huir y cruzar el Ebro, pero al intentar tomar un tren en marcha se hirió y tuvo que ser ingresado en el hospital de Cenicero, La Rioja, adonde fueron a buscarlo para matarlo un día antes de que le fueran a dar el alta. Con todo, sólo se trata de uno de los cientos de carniceros que abundaron en ambos lados durante la guerra.

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